(Bilbao, 1958) tiene varios poemarios publicados en revistas digitales de literatura de España (Cervantes Virtual, Poemaria y 3D3) y Francia (Revue d’Art et de Littérature, Musique).
Sus poemas se han publicado en revistas de España (Ágora y De Sur a Sur), Colombia (Túnel de letras), Venezuela (Letralia y Alborismos), México (Bitácora de vuelos y Mimeógrafo), Uruguay (Casapaís) y Estados Unidos (Furman217, Vuela Palabra y Baquiana).
Ha publicado reseñas en revistas de España (De Sur a Sur, Galeradas y Odisea cultural), Uruguay (El Mono Gramático), México (Mimeógrafo), Colombia (Noche Laberinto) y Estados Unidos (Baquiana)
Libros publicados: La lejanía de las cosas (Ápeiron Ediciones, 2017), Visible-Invisible (Editorial maLuma, 2017), Un mundo, una atmósfera (Ediciones Ruser, 2019) y Condición terrenal (Editorial Literarte, 2019) y Aún hoy recuerdo (Ediciones Passer, 2023).
El paso del tiempo nos deja recuerdos que perduran y son imborrables. Pero también nos deja el olvido y la sensación de añoranza.
A través de estos poemas el autor nos transmite sensaciones que viven en nuestro interior a pesar de que ya se han evaporado. Momentos alfa, beta o gamma, que todos echamos de menos o queremos olvidar.
Un vistazo a la propia vida con la perspectiva de la madurez.
—¿Cómo y cuándo empezaste a escribir?
—Empecé a escribir a los 14-15 años. Con esa edad se escriben diarios para descargar la inquietud vital, bocetos de poemas cuando uno aún no sabe las normas de la poética. Nada destacable pero sí necesario para aprender a «soltar la mano» en la escritura.
—¿Además de la poesía escribes otros géneros?
—Sí, escribo reseñas literarias pero nunca sobre novedades sino sobre libros de poesía que han marcado mi «educación sentimental», libros que han definido mi forma de entender el mundo, la vida, el amor...
—Explica a los lectores qué van a encontrar en tu último libro Aún hoy recuerdo.
—El libro intenta tratar el tema del amor y el desamor como complementarios, que no opuestos; son como el yin y el yang (oscuridad/claridad, interior/exterior, etc.). Todo esto es visto desde una perspectiva lejana, a veces con añoranza, otras con tristeza.
Cada poema intenta captar el momento preciso, decisivo, esencial de uno de esos lados del polígono del amor, buscando encontrar aquello que lo defina como experiencia humana, común más que biográfica, aquella percepción de la experiencia propia que pudiera ser compartida por la experiencia ajena.
—¿Qué es lo que más te ha costado escribir durante tu proyección como escritor/a?
—Lo peor de la proyección como escritor es que desde hace un tiempo ha dejado de ser un oficio de escritura para convertirse en un producto comercial. Exige que el autor dedique menos tiempo a la escritura y más tiempo a la promoción.
—Si tuvieras que elegir lo mejor que has escrito. ¿Qué elegirías?
—Quiero pensar que lo último que he escrito es lo mejor, eso supondría que hay una evolución artística. Lo peor sería copiarse a uno mismo, repetirse, una tentación en la que caen muchos autores.
—¿Quiénes son tus referentes literarios? ¿Crees que influyen en tu forma de escribir?
—Mis referentes literarios son desde Antonio Machado pasando por Luis Cernuda, Miguel Hernández, Félix Grande, Gil de Biedma, Ana María Moix, María Victoria Atencia…
Entre los anglosajones, Emily Dickinson, Elizabeth Barrett, Mark Strand, Stephen Spender…
He leído mucha literatura oriental; japonesa (Basho, Busón, Kobayashi, etc.) china (Li Po, Wang Wei, Li Qingzhao, etc.) árabe, persa, india...
Sin olvidar a Pessoa, Neruda, Eluard, etc.
No creo que influyan en mi forma de escribir. De todos ellos he aprendido que lo importante es crear un mundo propio, una voz propia. Evidentemente mi forma de ver las cosas están influidas por todas mis lecturas, mientras tanto continúo construyendo mi propio mundo y mi propia voz.
—¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído que te haya marcado o haya sido significativo para ti?
—EL primer libro de poesía que recuerdo haber leído, que me marcó profundamente, fue una antología de Antonio Machado en una colección de Salvat. Allí además descubrí a Poe, Kafka, Goethe, Stevenson, Chejov, etc.
—¿Tienes alguna anécdota curiosa como autor para compartir? ¿Cuál?
—Hace años escribí un poema en el que lamentaba los días perdidos durante una enfermedad, días perdidos para siempre. Años después un locutor de radio, argentino, ciego, me dijo que se había sentido identificado con ese poema porque él también había perdido muchas cosas de la vida desde que se quedó ciego.
Esto es lo que considero el éxito literario, que lo que uno escribe consiga conmocionar, acercarse a la experiencia de alguien lejano y desconocido que por azar ha leído tu libro.
Vender libros es una cuestión comercial, es un éxito monetario pero no de la literatura.
—¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?
—Ahora estoy trabajando en una serie de poemas cortos, apenas
5 o 6 versos, con percepciones personales, visiones, ensueños o pesadillas,
temores y esperanzas.
—
Gracias por acercarnos a ti y a tu poesía.